Después de haber escrito obras como Sociedad civil y hegemonía o  Modernidad, Ateísmo y Religión (ésta última en coautoría con Jesús Espeja) el profesor Jorge Luis Acanda publica Traducir a Gramsci, un ameno e ilustrativo libro, que vale la pena comentar. Si bien el metafórico título indica que estamos ante un texto que facilitará la  comprensión de la teoría de quién fuera uno de los más grandes pensadores del siglo XX, el autor  no sólo “traduce” al líder comunista italiano (1891-1937), sino también a Kant, a Hegel, a Marx y, de paso, establece claramente las diferencias esenciales entre la filosofía  propiamente marxiana y los  más extendidos postulados de la vulgata marxista.

Desde el primer capítulo, Acanda describe el modo en que suele entenderse la teoría gramsciana en Cuba; una teoría cada vez más recurrida sin ser completamente comprendida. Entre las razones que recrea el autor se encuentran: la propia oscuridad de los Cuadernos de la cárcel, que Gramsci tuviera que escribir en lenguaje cifrado para burlar al carcelero y evitar la destrucción de la obra; la influencia del marxismo mecanicista, economicista y dogmático, proveniente dela Unión Soviética y del cual V. Konstantinov fuera el más decidido campeón; y las frecuentes “traducciones” del pensamiento gramsciano desde perspectivas liberales, como la de Norberto Bobbio, que terminan convirtiendo a Antonio Gramsci en un pensador reformista e incluso idealista.

Por ello, a lo largo de los 10 capítulos y el epílogo que componen su libro, Acanda transita por los marcos explicativos  que ofrece el contexto histórico, económico,  filosófico y sociopolítico en el cual surge la teoría gramsciana. Es así que términos usualmente empleados como son Liberalismo, Modernidad, Fascismo, Sociedad, Mercado, Libertad, Racionalidad, Propiedad, Democracia, Apropiación, Fetichismo, Producción, Enajenación, Socialismo, Poder, Capitalismo etc., se articulan complejamente enriqueciendo la perspectiva del lector.

El libro es también una formidable lección de economía política que va más allá del habitual discurso economicista. En él se nos aclara que el capitalismo es mucho más que la búsqueda de la maximización del valor, mucho más que la simple reproducción ampliada  del capital. Tras la complaciente apariencia de un sistema que produce mercancías para la satisfacción de necesidades, Acanda hace notar otro rostro: el de un sistema que produce y reproduce una modalidad de relaciones sociales sobre la base de la producción y reproducción de necesidades humanas, es decir, sobre la base de la producción y reproducción de un tipo específico de subjetividad: la del individuo consumidor de mercancías.

La gnoseología es otra de las áreas abordadas en esta obra. Acanda se detiene en la problemática de nociones aparentemente contrapuestas como son lo  “Objetivo” y lo  “Subjetivo” y, recurriendo a la física Óptica,  despeja una dicotomía  promulgada sobre todo por quienes identifican lo “Objetivo” con lo verdadero. En el texto se nos explica por qué un fenómeno puede ser falso y, sin embargo, real y objetivo.

Es entonces (cuando hemos recibido imprescindibles lecciones de economía política, gnoseología, física óptica, filosofía moderna, historia y teoría sociopolítica), que estamos listos para comprender el significado de términos como “sociedad civil”, “poder y dominación”, “sentido común y buen sentido”, “guerra de posiciones”, “bloque histórico”, “revolución pasiva”, “intelectual orgánico”, “intelectual tradicional” y otros tantos que se imbrican y presuponen, pues  “es esta vinculación esencial entre ellos lo que con razón puede denominarse concepción o teoría gramsciana de la hegemonía”.

Traducir a Gramsci es, sin dudas, una didáctica obra que, aunque teórica, está escrita con  un lenguaje sorprendentemente claro.  En ella, es cierto,  se nos muestran las claves para la comprensión del pensamiento del autor de los Cuadernos, sin embargo, y tal vez de manera inconsciente, además de los conocimientos que constituyen el contenido del libro, Acanda nos revela el arte de  “traducir”, es decir, nos ofrece las claves para la “traducción” de cualquier otro pensador. De este modo, el libro consigue ser un ejercicio de estudio lo suficientemente hábil como para enseñarnos mucho más de lo que nos ha prometido.